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En mi angustia invoqué al Señor,
a mi Dios le pedí ayuda.
Desde su santuario escuchó mi grito,
a sus oídos llegó mi clamor.
La tierra tembló y se estremeció,
se conmovieron los cimientos del mundo,
retemblaron por su furia.
Salió humo de su nariz,
fuego devorador de su boca,
despedía brasas ardientes.

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